En las recientes Jornadas de Vanguardia Científica de México, Mario Molina, premio Nobel de Química en 1995 por sus investigaciones sobre la capa de ozono, señaló que las principales causas de la lentitud e ineficacia con que se están afrontando los gravísimos riesgos del cambio climático son, por una parte, los intereses económicos de los países más contaminantes y, por otra, la generalizada ignorancia sobre la verdadera naturaleza y magnitud del problema. Es necesaria una revolución pedagógica que capacite al gran público para comprender y valorar tanto los avances tecnológicos como sus consecuencias sociales y ambientales, vino a decir el profesor Molina, con el que tuve ocasión de conversar durante la comida que siguió a su conferencia.
Y esa revolución pedagógica no puede limitarse a las escuelas (entre otras cosas, porque solo afectaría a la población en edad escolar); los propios científicos, las instituciones culturales y los medios de comunicación pueden y deben desempeñar un papel muy importante, sobre todo desde que disponemos de una herramienta tan nueva como poderosa: la interactividad.
En los años ochenta me encargué de una sección de matemática recreativa en la desaparecida revista científica Algo, y tuve la suerte de contar con un grupo de lectoras y lectores tan asiduos y participativos como los de El juego de la ciencia; pero entonces la comunicación se reducía a la vía epistolar, con las limitaciones espaciales y temporales que ello conllevaba: cada lector solo conocía sus propios comentarios y mis respuestas, que tardaban días, cuando no semanas, en llegar. Ahora la comunicación es instantánea y pública, lo que permite un debate a varias bandas y prácticamente en tiempo real; las lectoras y lectores que frecuentan los blogs de La ciencia es la única noticia, verdaderos protagonistas de la sección, lo demuestran todos los días.
En estos momentos críticos en los que está literalmente en juego el futuro de la humanidad y en los que las soluciones pasan, más que nunca, por el afrontamiento racional de los problemas, los científicos y los centros de investigación deberían hacer un esfuerzo pedagógico y tener la generosidad de poner al alcance del gran público blogs y páginas interactivas que recogieran las dudas e inquietudes de la población, y que respondieran de forma sencilla, pero no por ello menos rigurosa, esas preguntas que normalmente solo hallan respuesta en los discursos demagógicos de los políticos y en las patrañas difundidas por los poderosos intereses contrarios a la información veraz.
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