JAVIER ARÉVALO
La propuesta de que el ministro de Educación, Jaime Saavedra, continúe en el próximo gobierno debería ser una buena señal. Saavedra, por ejemplo, ha orientado el discurso hacia el reconocimiento de la labor de los maestros, tan vilipendiados por Alan García, durante su gobierno optó por señalarlos como culpables del desastre de la escuela peruana y gritar “allá va el ladrón” para que nadie viera la ineptitud de su gestión.
Digo que debería ser una buena señal: a Saavedra le dieron una tarea y la ha realizado eficientemente: me imagino que si le dieran las tareas que realmente debería realizar para enfrentar el enorme problema de la educación peruana, la pública y privada, tal vez lo haría igual de bien.
Bruno Ávila, un estimado colaborar de “Un millón de niños lectores” organización en la que soy director , sostiene que “el actual ministro tiene credenciales de sobra para justificar su puesto, entre las que destacan la gestión de servicios (pago de servicios sin generar deudas), negociar precios por economía de escala, ahorro de costos por distribución de material logístico a pocos proveedores, convenios con universidades privadas para estudiar maestrías (la PUCP es una de ellas) y la negociación por paquetes de escuelas. Como verás, todo ese trabajo jamás será primeras planas, porque es “trabajo silencioso”.
Si la escuela fuera un supermercado, quizá el papel de Saavedra sería estupendo. Pero la escuela peruana, la pública y la privada, padecen de un problema de raíz: quienes no la usan, no la extrañan ni les interesa, y quienes la usan, parecieran desear no necesitarla.
Cuando Ávila dice que el trabajo del ministerio es silencioso se refiere a un trabajo que alguien no escucha. ¿Quiénes son esos que no tienen oídos orientados hacia el trabajo de la escuela pública? ¿Para quiénes el trabajo de un ministerio, que toca a más de nueve millones de personas, entre padres, profesores, hijos de profesores, autoridades, escolares, vecinos, es silencioso?
Sin querer, Ávila ha mostrado una de las caras el asunto. A Saavedra lo aplauden en la escuela de empresarios (IPAE), se ponen de pie los dueños de algo, ninguno de los cuales tiene un hijo en la escuela pública.
Y la escuela pública es un ámbito, hoy, con climas laborales que ninguna empresa moderna se permitiría. Es un ámbito político perverso donde los puestos directivos desde el ministerio hasta las ugeles tienen una alta rotación debido a acomodos de grupos más que por rotación natural de personas competentes.
LO PRIVADO NO ES GARANTÍA
Y todo esto es consecuencia de un sistema cuyo discurso y práctica han saboteado a la escuela pública, al servicio público en general, en beneficio del modelo de servicio privado, cuya existencia en estos veinte años no ha demostrado ni en escuelas ni en universidades que lo privado sea garantía de calidad alguna.
¿Por qué ni siquiera lo privado ha funcionado en la educación peruana después de tanta loa y discurso a favor de lo privado? Por una razón; si los usuarios no participan, si un grupo de ellos no solo son excluidos sino, además, segregados, es muy difícil que el servicio pueda prosperar adecuadamente
La escuela pública sigue siendo ofertada como una dádiva. Muchos de los votantes de Fujimori viven agradecidos por que “él” les “construyó una escuela”. Es decir, no era su deber, lo hizo de buena gente y hay que agradecérselo.
Esta visión propia de un súbdito es la que ha prevalecido en la relación entre quienes están a cargo del Ministerio de Educación y los usuarios: los padres de familia para quienes “la educación es gratuita y date por bien servido”, por los profesores “que encima piden aumentos aunque no trabajen” y los niños sometidos a una escuela donde su opinión no importa, autoritaria, religiosa y militarizada: todavía rezan los niños en las aulas, salen en romerías, marchan como si fueran soldados y los uniforman como si pertenecieran a un ejército.
PROFUNDIDADES
La escuela tiene problemas de raíz; su misma existencia tal como está estructurada hoy ya no tiene sentido, pero la maquinaria del Ministerio de Educación debe seguir avanzando, proponiendo excluyentes colegios para “niños talentosos” como si los niños, todos, no tuvieran los mismos potenciales para serlo.
Particularmente, quien dirija los procesos y las operaciones, me da lo mismo, con buenos indicadores, una gestión solo necesita un mínimo de inteligencia. Pero la visión general demanda de imaginación.
Imaginar una escuela que produzca niños brillantes, competentes para jugar, reír, leer, cantar, actuar, investigar, cuestionar, recrear, inventar, supone poner delante de todo a los niños, a los padres y a sus maestros: si la escuela no crea condiciones sociales favorables para el desarrollo de esas capacidades innatas, no es escuela.
Si la escuela no es un espacio para formar ciudadanos se convierte en una fábrica para producir ladrillos:esos ladrillos hoy deambulan por allí y tienen enormes dificultades para bajarse de la pared donde los han encementado.
Fuente: http://diariouno.pe/2016/06/26/los-colegios-siguen-igual-pero-a-saavedra-lo-aplauden-en-ipae/
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