En esta
batalla, la clase dominante de entonces mostró sus miserias. La plutocracia
santiaguina con el
apoyó de los capitalistas ingleses, aplastó a la plutocracia limeña:
antinacional e incapaz, que mandó a los mejores hijos del pueblo a una muerte
segura. Mientras Chile seguía sólido en su guerra de rapiña, luego de derrotar
en la batalla del Campo de la Alianza (26 de Mayo 1880) a nuestro Primer
Ejercito del Sur, en el Perú, las luchas faccionales por la captura del poder
político eran una constante.
El dictador Nicolás de Piérola, no contento con no
haber socorrido al Primer Ejército del Sur, que comandaba Lizardo Montero, -a
la sazón lugarteniente del defenestrado Presidente Mariano Ignacio Prado-, que
libró la Batalla del Campo de la Alianza, su subordinado, el Coronel Segundo
Leiva, quien comandaba el Segundo Ejercito del Sur acantonado en Arequipa, acatando
sus órdenes, no auxilió al contingente militar que defendía la Plaza de Arica y
que quizá hubiera cambiado el destino de la guerra. "Apure Leiva",
suplicaba, en sus telegramas, el Coronel Francisco Bolognesi. Pero la decisión
política era otra. En sus desvaríos sociopáticos, Pierola, tenía temor que en
un hipotético triunfo del Primer Ejercito del Sur (Tacna-Arica), éstos se
volvieran contra él y lo defenestren del poder político, y todo porque eran
ejércitos "adictos" y conformados por el presidente traidor y fugado
Mariano Ignacio Prado, a quien Piérola le dio un golpe de estado el 23 de
Diciembre de 1879 por abandonar el país, en plena guerra, supuestamente para
comprar armas.
Mientras la plutocracia chilena guerreaba con un objetivo
político: apoderarse del salitre de Tarapacá, los sectores dominantes del Perú
se enfrascaba en una lucha faccional interna. Pero como todo no es traición, el
Coronel Bolognesi y sus lugartenientes salvaron el honor y la dignidad
nacional, ofrendando sus vidas, aún sabiendo que la suerte estaba echada, y que
estaban en desventaja en logística y hombres en relación al ejercito
chileno-inglés. Chile no nos derrotó. Nos derrotó la irresponsabilidad de
nuestra clase dominante, los mismos que antepusieron sus intereses de clase a
los intereses nacionales. Esto es -como bien sentenció el mismo Bolognesi-: los
culpables de la derrota fueron los que fugaron del país (encarnados en Prado) y
los que asaltaron el poder (encarnados en Piérola). Fueron incapaces de
construir un Estado-Nación. Luego de esta derrota, el Perú quedó a merced de
los chilenos. Entonces la resistencia nacional fue asumida por el pueblo y el
campesinado a través de las guerrillas, hasta que el hacendado Miguel Iglesias
y un sector de la clase dominante: los hacendados del norte, centro y sur, al
ver que sus tierras eran expoliadas e incendiadas por el ejercito
arauco-chileno, capitularon vergonzosamente en 1883 (Tratado de Ancón),
cediendo a perpetuidad Tarapacá y quedando "secuestradas" por diez años
Tacna y Arica.
Los hacendados, con esta traición, terminaron por darle el golpe
final a la inepta plutocracia limeña, -que unos años antes se enriqueció con el
guano, dándose una vida de derroche y suntuosidad-, la misma que fue incapaz de
defender sus intereses en Tarapacá.
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