Los sucesos violentos ocurridos en La
Parada dejaron como saldo 4 muertos, decenas
de heridos de balas y centenares de
detenidos. Con tal lamentable resultado la imagen
de Susana Villarán termina rodando por los
suelos tras revelar su abierta incapacidad
para consensuar y encontrar una salida
negociada con los comerciantes de La Parada.
Si hace poco Villarán se preciaba de
ser defensora de los derechos humanos y
representante de la llamada izquierda progresista, hoy
la alcaldesa ha revelado su lado autoritario
y prepotente. ¿Qué negociados esconde el
desalojo de los comerciantes de La Parada?
¿A quiénes y a qué precio se rematará
el gigantesco terreno donde se levanta
hasta hoy el mercado mayorista de La Parada? ¿No
habrá detrás de todo esto algún grupo de
poder económico? ¿Y los pequeños comerciantes,
estibadores, etc., que lugar tienen en este
proceso?
La función pública no puede proscribir el respeto a la vida, ni menospreciar el valor de los derechos humanos, incluso de aquellos vándalos que desataron la repudiable agresión contra un miembro de la policía. Dialogar, consensuar sin renunciar al principio de autoridad resulta, pese a todo, una estrategia eficaz para evitar el inútil derramamiento de sangre de ciudadanos peruanos. Este es un imperativo moral para todo aquel que haya optado por una opción ideológica progresista y socialista contrario a la acostumbrada prepotencia y al autoritarismo del gobierno de turno. Susana Villarán podrá celebrar hoy su victoria pírrica, pero su práctica concreta lo ubicará a partir de hoy en el nivel de Alan García y Alberto Fujimori, responsables de verdaderos atropellos a los derechos humanos en Conga y antes en El Frontón, Lurigancho, etc. Lamentable desenlace que acelera su temprano desmoronamiento político y moral.
La función pública no puede proscribir el respeto a la vida, ni menospreciar el valor de los derechos humanos, incluso de aquellos vándalos que desataron la repudiable agresión contra un miembro de la policía. Dialogar, consensuar sin renunciar al principio de autoridad resulta, pese a todo, una estrategia eficaz para evitar el inútil derramamiento de sangre de ciudadanos peruanos. Este es un imperativo moral para todo aquel que haya optado por una opción ideológica progresista y socialista contrario a la acostumbrada prepotencia y al autoritarismo del gobierno de turno. Susana Villarán podrá celebrar hoy su victoria pírrica, pero su práctica concreta lo ubicará a partir de hoy en el nivel de Alan García y Alberto Fujimori, responsables de verdaderos atropellos a los derechos humanos en Conga y antes en El Frontón, Lurigancho, etc. Lamentable desenlace que acelera su temprano desmoronamiento político y moral.
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