César Lévano
cesar.levano@diariolaprimeraperu.com
El ministro de Educación, José Antonio Chang, pertenece, como es sabido, al tercio inferior como estudiante universitario. Pero su rendimiento en el gabinete ministerial está por debajo de eso.
Para su prontuario acaba de añadir una nota cero. Se ha negado a informar al Congreso sobre por qué no se empleó en la reconstrucción del colegio “Inmaculada Concepción†un donativo de los maestros mexicanos por 750 mil dólares destinado a ese fin. La suma llegó hace dos años.
Chang asegura que el dinero era insuficiente para la obra. En vez de completar la suma, decidió invertirla en otros colegios, cuya reconstrucción aún está por comenzar.
Aun suponiendo que el monto no haya sido sustraído, es evidente que la demora revela irresponsabilidad. Y la desviación de los fondos, debidamente presupuestados, implica por lo menos malversación.
Un grupo de especialistas me informó el lunes último que, de acuerdo con investigaciones minuciosas, por lo menos el 30 por ciento del presupuesto de Educación se va a la corrupción; es decir, el robo. El ministro Chang, su viceministro Víctor Raúl Díaz Chávez, así como cierto íntimo asesor de éste, deberán responder, algún día, al respecto.
La ex ministra del ramo Mercedes Cabanillas no escapará al escrutinio.
La educación puede ser muy pobre en el Perú, pero hay quienes se enriquecen con ella.
Entretanto, Chang, en lugar de aclarar las cosas respecto al donativo mexicano, se da por ofendido. Herido, dice, en su dignidad, amenaza con enjuiciar al congresista Pedro Santos, del Partido Nacionalista, quien ha tenido la insolencia de pedirle cuentas.
Chang tiene en verdad muchas cuentas pendientes. Algún año de éstos deberá explicar cómo hizo para convertir la Universidad de San Martín de Porres, que era de los padres dominicos, en institución privada en la que él resultó amo y señor.
Una hazaña de Chang como ministro ha sido la venta del edificio del Ministerio de Educación, sin tener espacio para reemplazarlo. Por eso, el ministerio ha invadido hasta áreas de la Biblioteca Nacional, con absoluto irrespeto por el desarrollo de esa institución. Pero ¿cree alguien que a Chang le inquieta el porvenir del libro en el Perú?
Notable fue, asimismo, su improvisación sobre evaluación docente, que condujo a la norma que exigía pertenencia al tercio superior, lo cual era, en su caso, nombrar la soga en casa del ahorcado.
El único factor de Chang para ser ministro de Educación es su aprismo. En ese campo, Alan García le debe mucho. Chang le dio pase para que creara y dirigiera el Instituto de Gobierno de la Universidad de San Martín de Porres. No se sabe cómo hizo el doctor García para enseñar a gobernar, él, que todavía no ha aprendido a hacerlo. Es el caso del maestro Ciruela, que no sabe y pone escuela.
cesar.levano@
Para su prontuario acaba de añadir una nota cero. Se ha negado a informar al Congreso sobre por qué no se empleó en la reconstrucción del colegio “Inmaculada Concepción†un donativo de los maestros mexicanos por 750 mil dólares destinado a ese fin. La suma llegó hace dos años.
Chang asegura que el dinero era insuficiente para la obra. En vez de completar la suma, decidió invertirla en otros colegios, cuya reconstrucción aún está por comenzar.
Aun suponiendo que el monto no haya sido sustraído, es evidente que la demora revela irresponsabilidad. Y la desviación de los fondos, debidamente presupuestados, implica por lo menos malversación.
Un grupo de especialistas me informó el lunes último que, de acuerdo con investigaciones minuciosas, por lo menos el 30 por ciento del presupuesto de Educación se va a la corrupción; es decir, el robo. El ministro Chang, su viceministro Víctor Raúl Díaz Chávez, así como cierto íntimo asesor de éste, deberán responder, algún día, al respecto.
La ex ministra del ramo Mercedes Cabanillas no escapará al escrutinio.
La educación puede ser muy pobre en el Perú, pero hay quienes se enriquecen con ella.
Entretanto, Chang, en lugar de aclarar las cosas respecto al donativo mexicano, se da por ofendido. Herido, dice, en su dignidad, amenaza con enjuiciar al congresista Pedro Santos, del Partido Nacionalista, quien ha tenido la insolencia de pedirle cuentas.
Chang tiene en verdad muchas cuentas pendientes. Algún año de éstos deberá explicar cómo hizo para convertir la Universidad de San Martín de Porres, que era de los padres dominicos, en institución privada en la que él resultó amo y señor.
Una hazaña de Chang como ministro ha sido la venta del edificio del Ministerio de Educación, sin tener espacio para reemplazarlo. Por eso, el ministerio ha invadido hasta áreas de la Biblioteca Nacional, con absoluto irrespeto por el desarrollo de esa institución. Pero ¿cree alguien que a Chang le inquieta el porvenir del libro en el Perú?
Notable fue, asimismo, su improvisación sobre evaluación docente, que condujo a la norma que exigía pertenencia al tercio superior, lo cual era, en su caso, nombrar la soga en casa del ahorcado.
El único factor de Chang para ser ministro de Educación es su aprismo. En ese campo, Alan García le debe mucho. Chang le dio pase para que creara y dirigiera el Instituto de Gobierno de la Universidad de San Martín de Porres. No se sabe cómo hizo el doctor García para enseñar a gobernar, él, que todavía no ha aprendido a hacerlo. Es el caso del maestro Ciruela, que no sabe y pone escuela.
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